Non Sum Tibi: Ella no era para mí, pero igual la pensé.
Hoy ha sido un día definitorio. No porque haya encontrado respuestas, sino porque comprendí que hay verdades que no necesitan gritar. A veces basta una intuición que se convierte en certeza para que algo termine. Y así fue con ella. La muchacha distinta, disonante, fascinante. La pensé demasiado, la imaginé aún más, y aunque nunca fue mía, algo de mí ya le pertenecía.
No hubo escena final. No cartas ni lágrimas. Lo nuestro fue
de esos vínculos silenciosos que nunca inician y, sin embargo, dejan cicatriz.
Me dediqué a traducirla en matices, como quien intenta leer una partitura que
no está hecha para sus manos. Había en ella algo que me desarmaba, una melodía
que parecía tocarse sola. Me dejé llevar por la idea —ilusoria, quizás— de que
esta vez, habría música para mí.
Un amigo y yo tenemos una frase que suele resumir estos
casos. Hoy la parafraseo con respeto: “Ella quería entregarse… pero no a ti.” Y
eso fue todo. No un golpe, sino una constatación que llevaba tiempo en la
periferia de mi conciencia. Non sum tibi. No soy para ti. No porque no
lo mereciera, sino porque no lo deseaste. Y eso basta.
No me duele perderla. Nunca fui de insistir donde no soy
bienvenido. Lo que sí me inquieta es la posibilidad de extrañarla más adelante.
Que su ausencia, tan sutil como profunda, se me cuele en los días sin aviso.
Que una canción, un gesto, una mirada parecida, reavive lo que ahora trato de
guardar con cuidado.
Hoy he decidido retirarme. No con rabia, ni con promesas de
olvido. Solo con la dignidad de quien apaga una lámpara en un cuarto vacío. Que
me olvide. Que me borre. Que me confunda con alguna sombra del pasado. No
quiero que conserve nada de mí si eso implica quedarme esperando.
No me arrepiento. A veces uno se lanza al agua no para
alcanzar a alguien, sino para comprobar que aún tiene impulso. Ella fue, de
algún modo, mi salvavidas imaginario. Y aunque nunca vino a salvarme, me
recordó que todavía era capaz de sentir. De mirar con devoción, aunque en
silencio. De amar, aunque fuera a mi manera: torpe, errática, honesta.
Así que sí, hoy la dejo ir. Sin dramatismo. Solo con la
esperanza de que, si alguna vez vuelve a pasar cerca de este naufragio, no mire
atrás. Y con la plegaria muda de que, si llego a extrañarla, al menos pueda
escribirlo sin que me destruya.
Porque, aunque no lo supiera, ya la había empezado a amar. Y eso, incluso si no fue correspondido, también cuenta.
Comentarios
Publicar un comentario