Heretic (2024): pudo ser mejor... #RESEÑA

Siempre me ha interesado el punto en que el miedo y la fe se cruzan. Hay algo profundamente humano en ese lugar donde las creencias se tambalean y los rostros amables esconden otra cosa. Por eso, cuando supe de Heretic, una película que reunía religión, tensión psicológica y encierro, no lo pensé demasiado. Quería verla. Y al principio —solo al principio— pensé que había valido la pena.

Los primeros quince minutos prometen una buena película. El guion no se anda con rodeos: dos jóvenes misioneras (Chloe East y Sophie Thatcher) llegan a la casa del Sr. Reed, un hombre mayor de modales impecables y sonrisa apenas torcida, interpretado por Hugh Grant con una inquietante elegancia. En esos minutos iniciales, el misterio está latente, la incomodidad es real, y el espectador —como ellas— no sabe bien dónde está parado.

Pero esa tensión se evapora pronto. Lo que sigue, lamentablemente, es una secuencia tediosa de escenas predecibles, de decisiones poco creíbles, y de diálogos que no terminan de profundizar en nada. La atmósfera se mantiene gracias al diseño visual y sonoro, pero la historia comienza a repetirse a sí misma sin llegar a ningún lado. Y uno, como espectador, empieza a mirar el reloj con más frecuencia de la que quisiera.

Hugh Grant es, sin duda, lo mejor del filme. Logra encarnar a un personaje ambiguo, peligroso, magnético y repulsivo a la vez. Su mirada, su forma de hablar, ese tono siempre al borde de lo amenazante, hacen que uno permanezca atento… incluso cuando el resto de la película parece haberse rendido.

Y es que Heretic tenía material para ser otra cosa. Plantea preguntas poderosas: ¿qué significa creer? ¿qué se esconde detrás de la fe ciega? ¿puede una doctrina justificar el horror? Pero esas preguntas no se exploran. Se eluden. Y al final, todo se reduce a lo de siempre: sangre, persecución, una revelación final que ya todos veíamos venir.

No es una película terrible. Tiene sus momentos. Hay decisiones visuales acertadas, una paleta de colores que acentúa lo opresivo, un diseño sonoro eficaz. Pero todo eso no alcanza. Porque cuando una película plantea un dilema espiritual y termina como cualquier slasher de catálogo, uno no puede evitar sentir que algo muy valioso se perdió en el camino.

Y eso es lo que más duele. No que sea mala. Sino que pudo haber sido mucho más.

 

En portada: Heretic - Scott Beck, Bryan Woods (2024)

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